Hay que escucharse

Llevo 24 años practicando la psicología en Puerto Rico y cuando una ha escuchado miles y miles de cuentos, va reconociendo patrones que se repiten y que van marcando una pauta y una tendencia. Por ejemplo, cuando un matrimonio llega en crisis y una indaga el malestar que generó la crisis, de seguro que es algo que lleva tiempo incomodando, ¡a veces años! pero se ha sobrellevado... por distintas razones. Llevan rato sintiéndose mal, pero no lo dicen, o no hacen nada.

Muchas veces el sistema físico (dolamas o molestias físicas), el sistema emocional (ansiedades o depresión), el sistema espiritual (vacío existencial o pérdida de propósito) o el sistema psicológico (pensamiento y conducta) nos tiran señales que ignoramos, no les hacemos caso. Nos empeñamos en continuar a pesar de, lo que se conoce como sublimación, sigues viviendo como si no pasara eso que te está afectando. ¿Miedo al cambio? ¿Falta de herramientas o de confianza? ¿Costumbre? ¿Codependencia? ¿Miedo a lastimar? ¿Falta de esperanza?

Si sigo no acabo, porque cada ser es un mundo único con vivencias, fortalezas y debilidades únicas. Sin embargo tod@s compartimos una cualidad en común, ¡estamos diseñados para sobrevivir! Cuando un objeto viene volando hacia tí, tus manos automáticamente se alzan para protegerte. Cuando te encuentras ante una situación que te asusta, el corazón late con más fuerza capacitándote para el escape. Por eso, nuestro sistema nos habla, nos avisa, nos previene generando malestares, como un llamado de atención. Es la manera que tiene de decirnos: "detente y evalúa porque hay algo que arreglar", "algo anda mal".

Conozco a much@s que se habitúan al síntoma, se acostumbran a él y ya ni lo reconocen. Se acostumbran a vivir deprimid@s, desanimad@s, en ansiedad, en relaciones inadecuadas, en desorden, en desánimo con su trabajo o con algún otro aspecto de su vida... lo convierten en su normalidad. Otr@s aprenden a ser felizmente infelices.

De nada vale que el sistema nos hable, si no sabemos escucharle, si no le damos importancia a lo que nos dice. Hay que sacar tiempo para detenerse en el camino, hacer silencio, mirarte por dentro en honestidad y reconocer dónde estás parad@, cómo honestamente te sientes, qué necesitas, qué mereces... y reconocer que tu bienestar está atado a las decisiones que tomas. Y si las que has tomado no han construído bienestar, reconocer que es tiempo de tomar decisiones diferentes. Si no tienes el valor o las herramientas, busca ayuda.

 La vida es corta y no hay tiempo para malgastarla en diseños inadecuados que no producen bienestar

Ceci

Anterior
Anterior

¡No botes la nevera!

Siguiente
Siguiente

El lugar de Dios